PARASHAT "DEVARIM"

 


Shabat Jazón

Deuteronomio 1:3-22

13 de julio de 2013 – 6 de Av de 5773

 

Siempre hay que recordar

Esta semana comenzamos a leer el quinto y último libro de la Tora, el libro de Devarim, en español Deuteronomio. En este libro Moshé hace un racconto de la experiencia del pueblo de Israel en el desierto, destacando el arduo trabajo que fue para él conducir a este pueblo. Luego de este relato, Moshé morirá y el pueblo conquistará la tierra de Israel de la mano de su sucesor, Ieoshúa Bin Nun.

Además de recordar las experiencias vividas, Moshé también repite algunas de las leyes dictadas durante la travesía por el desierto, y se ocupa de amonestar a su pueblo por la mala conducta demostrada durante esos años. Las palabras de Moshé son las de un padre que advierte a su hijo.

El hecho de que Devarim repita muchos de los relatos y leyes que aparecen en los primeros cuatro libros de la Torá, dio lugar a que este libro sea conocido en la tradición judía como “Mishné Toré”, es decir “segundo a la Torá”, “resumen de la Torá” o “repetición de la Torá”. Los sabios que tradujeron la Torá al griego lo llamaron “Deuteronomión”, es decir “segunda (deuteros) ley (nomos)”.

Una pregunta que me parece interesante hacerse es porqué Moshé siente la necesidad de repetir las partes más relevantes de la Torá antes de morir. Hay dos respuestas clásicas a este interrogante, que ustedes podrán encontrar en los comentarios tradicionales. La primera dice que en realidad los discursos de Moshé no son exactamente una repetición, sino que de hecho muchas leyes aparecen renovadas y los relatos en general no son exactamente iguales, lo cual viene siempre a agregar algo. Esto es cierto, y de hecho muchas enseñanzas importantes se derivan de las semejanzas y diferencias entre los escrito en Devarim y lo que aparece en los libros anteriores.

La segunda respuesta clásica dice que dado que Dios había decretado que la generación que había salido de Egipto moriría irremediablemente en el desierto, en realidad Moshé no está repitiendo nada, sino que más bien le está comunicando a las nuevas generaciones las mismas leyes que había entregado a sus predecesores. Esta segunda respuesta es también muy razonable, por cierto.

Ambas explicaciones tienen ciertamente parte de razón, pero sin embargo me gustaría en esta ocasión proponerles una respuesta mucho más simple y realista, basada en el reconocido hecho de que a los seres humanos las cosas se nos olvidan fácilmente. Es como que tenemos una memoria de “corto rango”, sobre todo en ciertas cosas. Olvidamos con facilidad, a veces hasta con rapidez. Por eso es que Moshé posiblemente se haya visto en la necesidad de repetir.

En la tradición judía está muy clara esta característica tan humana. Cada año leemos el mismo libro y lo volvemos a comentar, una y otra vez. Es verdad que tratamos de aprender algo nuevo cada vez, y que además volver a leer el mismo texto brinda la posibilidad de que personas que por determinadas circunstancias no pudieron seguirlo, ahora lo puedan hacer. Pero la verdad es que después de un año… ¡a veces la historia se nos olvida!

Uno de los libros más importantes de la tradición judía es la Mishná, codificada en los primeros siglos del primer milenio de la era común. La palabra Mishná proviene del verbo hebreo “leshanen”, que literalmente significa repetir, volver a decir. Esto alude a que en la época de la Mishná había sabios especialmente preparados para repetir una y otra vez las leyes de la Mishná, para no olvidar ni un solo detalle. Repetir era fundamental.

El calendario judío es otro ejemplo de repeticiones. Cada año volvemos a festejar las mismas fiestas y a estudiar cómo se debe celebrarlas. De nuevo: es cierto que solemos descubrir nuevos significados cada vez, pero también es irrefutable que volver a estudiar las costumbres de las festividades es una manera de poder recordar sus mensajes y folklore.

Hay algo más, aún más importante, y tiene que ver con las mitzvot entre el hombre y su prójimo. Así como cuando pasamos muchos años sin cumplir con determinadas reglas o costumbres rituales las olvidamos, la verdad es que si no recordamos continuamente nuestras obligaciones para con los demás, también las solemos olvidar. No tenemos un disco rígido de la ética al cual acceder en forma inmediata. Si no recordamos con asiduidad la obligación de dar tzedaká, es más “cómodo” olvidarla. Si no volvemos a leer sobre la obligación de visitar a los enfermos, simplemente lo olvidamos. Si alguien no nos vuelve a decir que es importante ir a la sinagoga y colaborar con todo lo que necesita la congregación, se nos va de la memoria. Necesitamos continuamente recordar, repetir, repasar. ¿O acaso no necesitamos internamente volver a escuchar cada año antes de Iom Kipur una invitación a perdonar?

Creo que Moshé, cuando expuso sus discursos del libro de Devarim, no solamente trajo nuevos conceptos o intentó transmitir las viejas leyes a las nuevas generaciones, sino que comprendió cabalmente la fragilidad de la memoria humana. Antes de morir nos quiso dar esa lección, nos quiso enseñar que nunca debemos dejar de repetir, de volver a los principios que guían nuestras vidas una y otra vez. Él sabía que si no lo hacemos… simplemente olvidamos, y el olvido es uno de los peores pecados que podemos cometer como judíos.

¡Shabat Shalom!

Rabino Rami Pavolotzky

Congregación B´nei Israel

San José, Costa Rica


INTERPRETACION


Por el Rabino Gustavo Kraselnik,
Congregación Kol Shearith Israel, Panamá

 

Con la lectura de Parashat Devarim da inicio el quinto y último libro de la Torá, que lleva también el nombre de Devarim (Palabras), tomado de las primeras palabras del texto: “Estas son las palabras que habló Moisés a todo Israel allende el río Jordán…” (Deut. 1:1).

El nombre en español del libro es “Deuteronomio”, traducción procedente del griego (significa “Segunda Ley”) de la expresión Mishné Torá (repetición, copia de la Torá), que aparece en séfer Devarim (17.18).

Todo el libro está compuesto por varios discursos de despedida del líder Moisés (los exegetas no se ponen de acuerdo sobre el número de discursos contenidos) a la nueva generación que creció en el desierto, y que será la encargada de hacer realidad la promesa divina y conquistar la tierra de Canaán. Moisés relata nuevamente las historias y repite las leyes, buscando instruir al pueblo y garantizar la continuidad del pacto de Dios con Israel.

La particularidad que tiene séfer Devarim, que lo distingue claramente de los otros cuatro libros de la Torá, es que está escrito en primera persona. Escuchamos (leemos) a Moisés hablar, no transcribiendo las palabras de Dios (“Dijo Adonai a Moisés”) sino expresando sus propias palabras (“Y Adonai me dijo”). Pareciera ser que Moisés deja el puesto de transcriptor del “dictado divino” para convertirse en el redactor de su propia experiencia.

Esta nueva perspectiva que presenta séfer Devarim ha obligado a los interpretes clásicos a lidiar con la compleja pregunta de la autoría divina del texto de la Torá. “Estas son las palabras que habló Moisés…” ¿Son realmente de Moisés las palabras o son de Dios? ¿O acaso son de Moisés inspiradas por Dios? “Las palabras de Moisés…”, ¿se refieren a todo el Deuteronomio o solo a una parte?

Las respuestas a estas preguntas son de las más diversas (otro maravilloso ejemplo de la pluralidad de sentidos que siempre ha caracterizado la lectura de nuestros textos sagrados). Por un lado, el Talmud (Meguilá 31b) reconoce que las maldiciones que aparecen sobre el final del libro fueron dichas por Moisés de su propia inspiración. Por el otro, el Rambam (Mishné Torá, Hiljot Teshuvá 3:8) afirma: “Aquel que crea que tan solo una palabra de la Torá hubiera podido ser enunciada por Moisés por su propia iniciativa es un hereje.” Entre ambos, un arco iris de comentarios e interpretaciones.

Debo reconocer que a mí me gusta leer el relato de Séfer Devarim escrito en primera persona. Le da una dimensión personal, más íntima, a la historia. El añadir la experiencia testimonial permite al lector identificarse más con los sucesos narrados y con los conceptos vertidos.

Encontramos un ejemplo extraordinario al inicio de nuestra parashá: “Adonai Eloheinu (nuestro Dios) nos habló en Jorev” (Deut 1:6). Esta expresión que aparece aquí por primera vez en la Torá, se repetirá más de 20 veces en el texto (entre otras en el Shemá Israel), y más importante aún, integrará la fórmula de las bendiciones y será utilizada en la liturgia como una forma de manifestar nuestra estrecha relación con Dios.

Sefer Devarim se lee siempre en el shabat Jazón que antecede a Tishá Beav, día de duelo por la destrucción del primer y segundo Templo y otras tragedias que acaecieron a nuestro pueblo a lo largo de la historia. Al igual que el Deuteronomio, también Tishá Beav es una invitación a conocer nuestra historia, pero fundamentalmente a apropiarnos de ella, a comprender que nuestro presente es consecuencia de nuestro pasado que vive en nosotros, de la misma forma que nuestro futuro abrevará de las semillas que nosotros sembramos hoy.

Shabat Shalom,

Gustavo

Este comentario de la Parashá es realizado por la Unión Judía de Congregaciones de Latinoamérica y el Caribe y puede ser reproducido citando su origen.
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Mitzvot

Devarim

414. No nombrar a un juez que no sea experto en temas legales de Torá
415. No tema el juez en emitir su juicio


Viaja a Israel desde Madrid por El-AL